viernes, marzo 24, 2006

En busca de la fuente de la eterna juventud.

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El post de hoy es un artículo que escribí para la revista Play que se publica en Venezuela mensualmente. Claudia, su editora, me había ofrecido mandarmelo ya montado como aparecía en la revista pero me imagino que no ha podido y decidí montarlo así. Además, pensé que también pueden comprar la revista que cuesta apenas 3 mil Bs. y así la leen toda que está buenísima. Este fue para la edición dedicada a la alta tecnología.
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Desde tiempos inmemorables, el ser humano ha hecho lo indescriptible para conservarse joven. Desde Ponce De León hasta Dorian Grey pasando por la madrastra de Blanca Nieves, todos de una u otra forma hemos buscado la fuente de la eterna juventud, aunque eso signifique hacer pactos diabólicos.

Por eso cuando Rosalinda, que es tan humana como cualquiera, cumplió los 40, lo primero que hizo fue verse al espejo y pasar revista. Ahí estaba, nada mal para su edad, divorciada, como casi todas sus amigas, con necesidad de “reinsertarse en el mercado” y rodeada de chicas lindas, jóvenes, sexys adueñándose de todos los espacios de la vida. Así que decidió que era hora de hacer un pacto de juventud con el Dios del siglo XXI: el cirujano plástico. En menos de un mes, Rosalinda había hecho todos los arreglos necesarios, incluyendo la fuente de financiamiento, y salía airosa de la sala de operaciones a la cual entró con algo parecido a un mapa topográfico donde señalaba protuberancias y planicies deseadas, ahora dueña de un cuerpo que no tuvo ni a los 15.

Sin embargo, pronto se dio cuenta que no era suficiente porque la belleza actual es una combinación de factores que incluye una salud envidiable producto de unas sana alimentación y ejercicios. Así que Rosalinda tuvo que aprender, y enseñar a la señora que desde hacía diez años se encargaba de la cocina de su casa, que hay que mantener un balance entre los productos naturales y los suplementos especialmente diseñados para mantenerse hidratado, acelerar el metabolismo, bajar los niveles de estrés, proporcionar más fibra al organismo y quemar calorías. Además se compró zapatos diseñados especialmente para caminar, medidores de ritmos cardiovascular y una balanza que le dice cuánto pesa, qué porcentaje de grasa tiene en el cuerpo, qué tan hidratada está y cuanto le falta para llegar a la meta de su peso ideal. También cambió sus potingues para la cara por cremas especialmente creadas para mujeres de su edad y con su tipo de piel.

Entonces decidió salir, pero se encontró con que todos utilizaban un lenguaje casi incomprensible, producto de los innumerables aparatos que han pasado a formar parte de la vida cotidiana de los jóvenes. Y aunque al principio fue frustrante, no se dio por vencida. Se compró una laptop, un Ipod, una cámara digital y creó su propio blog, donde contaba sus aventuras y expresa sus sentimientos más íntimos, aprendió a bajar música y cambió su antiguo celular por un blackberry. Una vez salvada la barrera, regresó al ruedo. Afortunadamente, se podía ayudar con las bebidas energizantes que la mantenían hidratada y despierta por más tiempo.

Al poco tiempo Rosalinda tenía un novio 10 años menor que ella. Todas sus amigas coincidían que Daniel estaba más bueno que comer con las manos y él la llenaba de halagos y le inflaba el ego. Más de una vez, una vocecita le decía que estaba aburrida, pero ella la mandaba a callar. Hasta el día que escuchó a los amigos de él comentando sobre ella: ¡Esa señora si es de pinga!.

Esa noche despachó a Daniel con el dolor de su alma y se metió en Match.com. Ingresó todos sus datos y pronto conoció a Javier, un tipo 15 años mayor que Daniel, pero gracias una pequeña ayuda, apenas se notaba la diferencia física. También era adicto a la alta tecnología, pero en vez de llevarla a discotecas, la llevaba a restaurantes de cocina molecular, veían películas en su plasma HD, la llevaba a conservar el dorado de su piel en salones de bronceado y se relajaban en camas de masajes. Lo mejor de todo es que, eliminando los puntos de comparación, ambos se sentían más jóvenes que nunca.