sábado, marzo 25, 2006

Un dia dedicado a Phoebe

Hoy el día estaba precioso: fresco y soleado, como para salir de paseo y eso hicimos. Nos fuimos a la playa, pero esta vez nos llevamos a Phoebe. A Pocho no le gusta sacarla mucho porque dice que no es sociable y le raya los asientos del carro. De hecho, creo que sólo fue un par de veces a la playa y el resto han sido salidas al veterinario, el peluquero y sus salidas a pie en la noche. Pero lo convencimos y le dimos su primer paseo en convertible. En el camino iba feliz sacando la cabeza y oliendo todo.

Pero la Phoebe se portó de lo mejor. Nos acompañó a almorzar en Lime y se quedó de lo más tranquila amarradita al lado de nuestra mesa distraída con una paloma. Caminamos por varios parques y ladró muy poco, solamente a lagunos perros pequeños que normalmente no le gustan y a un labrador de lo más buenote que nos pasó por al lado, pero fue un ladrido de esos de "hey papito, voltea pa' que te enamores". Lástima que su dueño iba en bicicleta y no tenía mucho tiempo para romance canino.


South Beach es el propio sitio para los perros. Todos tiene uno: grandes, pequeños, lindos, feos y prácticamente hacen vida normal de sus amos. Salen en bicicleta, a pie, en carro. Los dejan entrar a casi todos los restaurantes, en los supermercados y hasta hay parques para ellos con juegos y bebederos. Incluso en Ocean Dr. normalmente se encuentran dispensadores de bolsitas para recoger el pupú.

Luego fuimos a comer helados a Dolce Vita y le dimos una probadita. Me dio mucha risa verla comer de la cucharita que le pusimos en el piso y luego tomar agua de un vaso. Además, aunque normalmente le ladra a todo el que no conoce, hoy estaba de lo más sociable. La gente pasaba y la saludaba tocándole la cabeza y ella como si los conociera de toda la vida.

Al final fuimos al South Point Park donde a esa hora había una cantidad de perros jugando. Gaby y Loriel llevaron a Phoebe a donde estaban los otros perros y causó un alboroto. Creo que era la única hembra del grupo.



Pocho se dedicó a uno de sus pasatiempos favoritos, ver salir los cruceros. Definitvamente los hombres siempre dejan un pedazo de su infancia intacta. Lo que no entiendo es por qué le gusta tanto verlos pero cada vez que le propongo que nos montemos en uno de esos cruceros dice que ni de vaina.


Vicky yo yo nos pusimos a tomar fotos. Desde allí se ve parte del puerto, Fischer Island (una de las urbanizaciones más exclusivas y caras de Estados Unidos) y la salida a mar abierto.












Al regreso ya hacía un poco de frío, así que le pusimos el techo al carro y la loca se acostó a dormir en su asiento casi todo el camino. Esa siestica le dio fuerzas para llegar a ladrarle al perrito de al lado, un poodle que no puede ver ni en pintura. Hasta ese momento llegó su comportamiento civilizado

1 Comments:

At 10:02 p. m., Anonymous Anónimo said...

¿qué pasa con los comentarios?

 

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