domingo, diciembre 10, 2006

Algo para recordar

Esto nos lo mandó Mimi unas horas antes de la graduación. Se trata de trozos de los ensayos presentados por cada uno de nosotros como parte de los ejercicios del concurso. Ya que he compartido tanto de ellos con ustedes en mi blog, pensé que sería una linda forma de que los conozcan un poquito más.

“Cuando al atardecer un gorrión vino volando y se estrelló contra la puerta de cristal de la terraza me di cuenta que la tragedia me rondaba. Luego sonó el timbre del teléfono. Sonó distinto, como más grave. Traía el anuncio de la muerte. Me dijeron que estaba jugando una partida de dominó, ese juego de fichas blanquinegras, palabras incandescentes y risotadas de manantial que tanto le gustaba. Con la humilde majestuosidad que siempre lo caracterizó, apartó la data y bajó la cabeza. Eso fue todo. En un instante su corazón de algodón de azúcar se quebró en mil pedazos y sus partículas de colores ascendieron en todas direcciones hacia el infinito haciendo más bonita la noche…”
Gisela

“Levantando un brazo escalofriante, la figura hundió tres falanges de hueso en las oscuras concavidades de su cabeza. Llevaba una hoz como bastón y sus piernas eran como el cuarto trasero de un carnero. -Diana, - dijo amable Guillermo.- Si esperabas visitas yo hubiese podido venir más tarde. -Despreocúpate, muchacho. – Lo tranquilizó la calavera. – A mi nunca suelen esperarme. Caigo de sorpresa. Guillermo le dio un leve codazo a su novia. -¿La conoces? -De vista. Hay una foto de ella en mis cartas de Tarot…”
Héctor

“Cuando mi padre me alzó en aquella mañana del doce de Octubre para despedir a mi bisabuela , yo tenía casi cuatro años. La ví allí , acostada en aquella caja de madera ; rodeada de cuatro cirios ; tan pálida ; tan dormida. Secretamente esperaba que abriese sus ojos , me sonriese y me recibiese en su abrazo de algodón. Pero no ocurrió. Pasé aquella mañana acurrucada en un sillón , viendo pasar a la gente cargada de lágrimas y suspiros. Intuyendo que algo había cambiado para siempre. Aquella muerte supuso el primer terremoto de mi existencia.”
Rosa

“Seguí los pasos impresos de lluvia sobre la tierra y un inmenso lago de cristal hundido entre los cerros, me estaba esperando. Sobre ese espejo me senté unos minutos y me observé sorprendida, reflejada en el rostro de mi padre. Supe, que habíamos sido tres los que emprendimos el viaje. No tuve más miedo”
Ana María



“Ya le había advertido al nuevo obstetra que era rápida y sin complicaciones. Nada de no se pierda el próximo capítulo, pero él, que tenía a su favor 15 años de experiencia, decidió que había tiempo de ir personalmente a suspender la consulta mientras me preparaban. Cuando llegó, ni siquiera pudo lavarse las manos porque ya Vicky asomaba su cabeza y yo necesitaba urgentemente pujar por última vez. -Se lo dije, doctor, y no me creyó, mis partos no son de ese tipo de novela y mis hijas no esperan.”
María Alecia

“Recordé nuestras pesquerías los domingos, las semanas de vacaciones en la playa, el día que me enseñó a lanzar curvas y su insistencia en que aprendiera a hablar más de un idioma. Lo recordé mostrándome al anciano elefante del zoológico de la Habana y, desde el malecón, un barco enorme que cruzaba el horizonte y se perdía en la inmensidad del océano. Entonces me pareció estar escuchando otra vez las historias de corsarios y piratas que él me contaba de niño, en las que él y yo siempre nos enfrentábamos a la flota de Francis Drake y el temible Barbanegra; a Hawkins y a Anne Bonny. Y así, encerrado junto a mi padre en aquella ambulancia, sentí que todo un universo moría.”
Carlos René

“Lo cierto es que uno se encuentra a si mismo cuando deja de huir. Cuando uno se da cuenta que lo más importante es aceptar quién eres con tus defectos y tus virtudes, de acuerdo, no has conseguido ser un genio de la física, o un premio Nóbel de la paz, no tienes el mismo encanto de tu hermana, tampoco eres tan bonita como tu amiga Isabel. Y a estas alturas ya has renunciado a tener el cuerpo diez de Bo Derek. Y sabiendo todo eso, te miras por las mañanas en el espejo y sonríes cómplice sabiendo que has hecho las paces contigo misma”.
Montse

“LA EXPERIENCIA MÁS SIGNIFICATIVA DE MI VIDA Vaya pregunta tan interesante, a decir verdad nunca me la había planteado. Uno habla de situaciones importantes en su vida cuando está en el colegio, en la universidad, en el trabajo, y seguramente, en medio de la emoción y con lágrimas en los ojos ha salido a relucir la frase de cajón “es el mejor día de mi vida…” Pero hoy, año 2006 aquí sentado, sólo, frente al computador, me hago una y otra vez la pregunta, que debo decir, al comienzo me pareció propia de la final de un reinado de belleza. Me siento cual maestro de ceremonia, vestido de sacoleva y micrófono en mano preguntándome: ¿Cuál ha sido la experiencia más significativa de mi vida? Las reinas sólo atinan a responder en fracción de segundos la primera estupidez que se les viene a la cabeza y todos nos burlamos y reímos. Pobrecitas!! Pero yo, el periodista, el comunicador social, el putas, llevo minutos aquí sentado rascándome la barbilla y comiendo trozos de papel, (vicio inmundo que tengo cuando pienso en solitario), no se si será un acto reflejo de querer mascar las ideas; pero lo cierto es que a diferencia de las reinas, después de varios minutos, (por no decir horas), no he podido sacar de mis entrañas una bonita respuesta”.
Diego

“El timbre sonó y fue la única vez que no hubo escondidas, ni pelotas que me cautivaran, me mantuve sentado en un banco, pensando, soñando, intentando no mancharme ni la sombra. El fin del recreo me devolvió a la realidad y fui el primero en entrar al salón. Esperé ansiosamente que todo estuviese listo y en el preciso momento en que nuestros pupitres se enfrentaron, saqué esa inmensa caja llena de lápices, repleta de un millón de colores distintos. Ella los miró, miró también la caja y simplemente desvió la vista, como si no hubiese ni lápices ni colores entre mis manos. Yo que sólo esperaba el momento donde mis manos le ofrecieran a ella el infinito de opciones de mi caja de lápices de colores, sentí algo que no pude explicar, que aún hoy no puedo explicar. Nada pasó, ella nunca pidió ni un solo marcador, yo jamás los ofrecí, ni tampoco los usé, inmediatamente guardé mi caja en la mochila y me hundí en mi hoja, en la dura tarea de un arco iris sin colores y en mis pensamientos que daban vueltas sobre una misma idea, daban vuelta sobre lápices nuevos que no pagan el precio para quebrar indiferencias”.
Max

“La habitación se abre, no puedo contener un grito, lloro. Son mis padres, nunca me había alegrado tanto de verlos, me abrazan mientras me interrogan, no digo nada, no puedo hablar. Sigo llorando. Los interrogatorios pararon, mis padres se quedan a mi lado hasta que el cansancio me vence y me vuelvo a dormir.”
Mercedes

“Al caer la tarde ya tranquilos en casa logré acercarme y tomarlo entre mis brazos, un llanto interno se apoderó de mi mientras lamentaba mi maldita costumbre de no aflorar los sentimientos, lloré por dentro, y cuando logré deshogarme comprendí, comprendí de un solo golpe que este pequeño ser que cabía en mis manos era la certeza que siempre había ansiado, era la certeza de que lo amaba más que a mi vida y que el propósito de la misma era garantizar por encima de todas las cosas su bienestar, todo, en menos de una fracción de segundo, lo comprendí todo.”
Ricardo

“Pudimos escapar de un par de ametrallamientos. Pero al aproximarnos a la embajada, advertimos que estaba rodeada de cañones. El presidente venezolano había ordenado izar la bandera a media asta en señal de duelo por la muerte de Allende y Pinochet, lo había considerado una ofensa. No era nuestro día de morir. Llegamos justo cuando se abrió la puerta del garaje para darle entrada al auto del agregado cultural de la embajada venezolana que, manoteando desesperadamente, ordenaba subir la bandera. Detrás entró el carro de Jorge.”
Elsa

“Ven y por favor trae al cura” no quería morir sin bendición. “Bien, pero me voy a tardar si tengo que pasar por el padrecito”. “No importa”, respondí, “yo espero” y colgué. En ese momento otro resplandor aún mayor me dio lucidez y un eco celestial repetía “yo espero”. La muerte no espera. Marque nuevamente y le pedí que olvidara al padre y me trajera la sopa de pollo. Cuando desperté de mi fiebre, recordé las palabras del poeta “La Muerte es de la Vida la inseparable hermana” y me di cuenta que aunque definitivamente llegará; el día y la hora sólo Dios lo sabe. Irónico, el día que creí morir, empecé nuevamente a vivir.”
Luz


Por último, un grupo fuera de serie. Los profesores que se calaron a esta cuerda de locos soñadores, lo cual dice mucho de su propia condición.

Luis Pérez Tolón, Mimi Belt, Juan Marcos Blanco, Susana Miguel, Roberto Stopello y Ana Fuentes

2 Comments:

At 1:20 p. m., Anonymous Anónimo said...

Eso fue nuestro comienzo. Aún hoy, me maravilla todo lo que vivimos. Extraño nuestras risas, las fiestas, las tardes de tarot, las conversaciones, los domingos de vida de millonarios...y tantas cosas que pasaron en esos maravillosos seis meses.
ROSA

 
At 8:25 p. m., Blogger Mercy27 said...

Gracias por los bellos momentos y gracias por ese pedacito de Miami (tu casa) que siempre nos manuvo en vela y nos permitió compartir tantas anecdotas.
MERCE

 

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