lunes, mayo 28, 2007

Y se apago la pantalla

Hace meses nos lo avisaron, hace meses ya sabíamos que iba a pasar, aunque algunos optimistas pensaban que no. Con una serie de explicaciones cada vez menos convincentes, raras, jaladas por los pelos y contradictorias, como son todas las explicaciones del gobierno, se decidió cerrar a RCTV. El canal que durante 53 años, acompañó a Venezuela entera en las buenas y en las malas. No sólo le negó la renovación de la conseción (lindo eufemismo) del canal, sino que le robó los equipos y transmisores para poner al aire eso que llama televisión de servicio público.

No puedo poner la manos en el fuego por sus dueños o su directiva. No puedo decir que su programación era la mejor. Lo que si puedo decir es que tenía la posibilidad de verla o no. Lo que si sé con certeza es que no hay ninguna razón valedera para que en un país democrático, no pueda existir una línea editorial explícitamente en contra del gobierno o a favor. Se supone que tanto derecho tienen los que apoyan como los que se oponen. Y que definitivamente tanto la programación de entretenimiento como informativa tenían su espacio en los hogares de todo el que los quisiera ver.

Personalmente, siempre me sentí sentimentalmente más unida a RCTV que a cualquier otro canal y tengo varios amigos y colegas que trabajaron en él y recordé a cada de uno de ellos.

Ayer nos dio por ver el último día del canal, por una parte por ver esos recuentos de años de historia, por otra, por una necesidad morbosa de ver cómo se vería el final. Al principio estuvimos Pocho y yo y luego se nos unieron mia mamá, Eneida y Pier. ¡Que cantidad de sentimientos encontrados!. Entre lo divertido que es ver aquellos años de programas, un repaso por los sucesos más importantes de la historia y lo triste que es saber que a los que ejercen el poder no les importa en lo más mínimo. Me encantó ver a tanta gente que tenía años sin ver. Fue hermoso ver la solidaridad de la gente, de aquellos que ya no trabajaban en el canal, de los que nunca trabajaron allí y de gente que desafió a sus empleadores actuales y fueron al canal a acompañar a sus colegas. Además, se me arrugó el corazón al ver la entereza con la que Nelson Bustamante, llevó esas últimas horas de programación.

Cuando la pantalla quedó en negro, me entró un sentimiento de vacío inmenso. Sentí que me pasaban tantas cosas por la cabeza y a la vez nada. Cada vez me cuesta más entender lo que sucede en mi país. No importa cuantos analistas escuche, no logro entender qué pasa.