lunes, abril 17, 2006

Mi mama Pata Caliente

Cuando tenía como 15 años a mi mamá le salió un viaje a Centro América y estuvo a punto de no ir porque no le alcanzaba para llevarnos a nosotras. Recuerdo que le dijimos que no se preocupara, que ya nosotras tendríamos oportunidad de viajar. Pues se lo tomó en serio, más nunca hemos logrado que pase un año entero en Venezuela, sin contar los viajes dentro del país.

La semana pasada la llamé y nadie me atendió y mi hermana Claudia me contó que se había ido a Colombia. Hoy me mandó un mail contándome sus peripecias y lo comparto con ustedes. Lástima que sigue con su cámara de fotos "de papel", como ella le dice.

---------------------------------------------------------------------------------
Aquí de regreso de Pamplona con la intención de contar las maravillas vividas en este hermoso viaje. Había conocido a Pamplona en mi primera salida del país en 1958, en un viaje que organizó mi tío Hernán, invitando un sobrino de cada familia. Esperaba encontrar una ciudad diferente y moderna y para mi sorpresa está exactamente igual como la recordaba, grata, antigua y acogedora.

Cuando acepté la invitación de la Alcaldía de Pamplona para ser validadora ( especie de Jueza ) del festival coral de música Sacra, sabía que estaba asumiendo un reto importante, pero nunca que fueran tantos los retos y mucho menos que pudiera superarlos.

El viaje de ida lo hice en avión hasta San Antonio, allí debía esperarme un representante de la alcaldía de Pamplona. Al llegar, casi me da un ataque de pánico, mi teléfono celular no quería prender y yo tenía que avisar mi llegada. Allí tenía todos los números anotados. Me tomé mis goticas de Bach y comencé a concentrarme. Así logré recordar que yo había dado los teléfonos a Claudia por cualquier emergencia y que había ido escribiéndolos en un sobre mientras se los daba. Recordé que el sobre estaba en un bolsillito de mi cartera y así me salvé. Pues me esperaban sorpresas.

Habían trancado la frontera y quien venía a recogerme se quedó en una cola parado del lado colombiano. Sin embargo el coro de Maracay que iba a llegar cuatro horas antes que mi vuelo, estaba también en la cola pero del lado de Venezuela y me dijeron que tomara un taxi y me fuera al Bar Ocumare donde estaban esperando. Fue emocionantísimo. Estando en el bar alguien se dió cuenta de que había paso caminando, así que por seguunda vez en mi vida me tocó pasar una frontera a pie rodando mis maletas, una de las cuales era de libros. Para mi asombro nadie nos miró ni pidió papeles en ningún lado del puente. Ni cédula ni nada, aquello era un río de gente pasando con paquetes de aquí para allá y viceversa. Caminamos un kilómetro y medio y allí un taxi nos llevó al hotel de Cúcuta donde el coro iba a cantar esa noche.

Al día siguiente viajamos a Pamplona y nos unimos con los coros de Aruba y Chile que estaban aún en Venezuela y comenzó otro emocionante episodio. He caminado cuadras y más cuadras en esta ciudad que es toda en subidas y bajadas. Por suerte esta vez no olvidé las rodilleras y logré auxiliarme con una pomada mágica de chuchuguaza. La compré en la puerta del hotel de Cúcuta para que la vendedora una viejita chuchumeca me dejara en paz, pues ofrecía insistentemente por 5 mil pesos una pomada que además de aliviar los dolores artríticos, servía para el reumatismo, la bronquitis, uñeros, caspa, dolores consecuencia de la culebrilla, cólicos menstruales, torceduras y alisador de arrugas entre otras cosas. Así que está a la orden de quien quiera probarlas. Total que a la primera molestia de mi rodilla izquierda me unté aquel mentol negro ante las risas de la Dra. Kira, mi compañera de cuarto. En menos de media hora, yo andaba caminando de nuevo, cerro arriba y cerro abajo, feliz, y ágil que Kira me aconsejó que comprara más y le comprara una cajita para llevarsela a su mamá. Así que la encontré en el mercado a 1.500 pesos y me traje 4 cajitas que era lo que equivalía a la plata que en ese momento cargaba.

Otro reto ha sido el frío. Dos tardes ha bajado a 2 grados y lo más caluroso ha sido 14, Traje buenos sueteres y mi abrigo blanco de Alaska, que al final tuve que cambiar con mi compañera por uno de cuero negro para poder estar elegante junto con los pantalones negros de lana que me regaló Belén que son de firma. Todo porque como era invitada validadora, tenía que estar en el presidium junto al Alcalde y otros maestros venidos de Aruba, Chile, Cuba y Bogotá. Lo único era que para completar el atuendo debía llevar mis zapatos de tacón y el frío me hacía recordar con mucha nostalgia aquellas botas de camionero que usaba en Londrés y que Lutecia me quería obligar a botar.


Encima tuve que asumir otros dos retos por bocona. El primero fue cuando al coro Palestrina de Bogotá le amaneció el pianista con tendonitis y una de las jóvenes me hizo el comentario de que querían cantar el Gloria de Vivaldi y sin pianista no era posible. Allí salí de precisa, a contarle que estando embarazada de Claudia, el coro del Ateneo de Valencia quería estrenar la obra y que yo había sido la pianista. Bueno, pude ayudarlos tocando en los ensayos, después de mucho tiempo sin ver la partitura. Pero conciente de que "no estaba en dedo" y ante el temor de quedar mal en el teatro, le rogué al pianista del coro de Aruba que lo hiciera por mí en el teatro. De todas formas fue interesante que me atreviera a abordar a Vivaldi después de tantos años en los que sólo tocaba salsa y boleros.

Este ha sido un viaje lleno de bellas emociones, Había 5 coros de Venezuela, 7 de Colombia y uno de Chile, Aruba, Cuba. Muchos de los coralistas venezolanos, me reconocían y me preguntaban que donde había estado estos últimos años que no me veían en los festivales. Un tenor de Anzoátegui me cantó ¿Donde estabas tú periquito?. Y así el primer día de Pamplona, por donde pasaba me cantaban la misma canción.

Claro que no les conté donde, pues hasta entonces no me había dado cuenta de que en los últimos años había viajado un poco más de la cuenta y había vivido una hermosa experiencia. Fue maravilloso saludar mis antiguos colegas directores de coro, Silveira, Marino y sobre todo a María Cabrera que estaba radiante con su coro de jóvenes y sus casi ochenta años, después de estar tantos meses en silla de ruedas recuperándose de la caída que tuvo en el Teatro Paseo.

Más emocionante aún, recibir saludos de gente joven que no conocía pero que estaban ligados a mi: Marysabel soprano del coro de Maracaibo, cantó con la coral Infantil en 1973, conserva el libro de repertorio que les hice en esa época y me contó que lo ha trabajado todo, con los coros que dirige en Maracaibo.

Igual el tenor del coro de la Universidad de Oriente resultó ser uno de los Niños Cantores de Anzoátegui, que habían venido a Valencia en intercambio y que había hospedado en casa de otro niño coralista . Johana, de El Moján, no me conocía pero tenía mis libros de coro que le regaló su tía Carmen que fue mi alumna en el curso de 1997 en el Emil Firedman.

Lo más sorprendete fue Magda directora del Coro de Montería, una cubana ex miembro del coro Exaudi, que también tenía mi libro, regalo de Efraín Oscher, mi amigo de Valencia. Luego fue con una muchacha de Pamplona que había viajado con su coro y cantado en Valencia y que el día del concierto de El Carabobeño se desmayó y como yo estaba en primera fila me di cuenta y corrí con Belkis Pinto a auxiliarla y darle masajes. Ella me reonoció y se unió al grupo de "amigos invisibles de Alecia". Tantos besos y abrazos me hicieron rejuvenecer como 10 años. Con tantas emociones cómo no voy a estar feliz???

El segundo reto fue con el deporte. Llovía mucho cada día y yo no me atrevía a salir de la Casa de Retiros. Allí en los ratos libres los jóvenes jugaban ping pong. Ya el coro de Aragua, con quien yo andaba, me habían cogido confianza y empezaron a echar broma que los viejitos estaban tullidos del frío y que no se atrevían ni a moverse y miraban a los chilenos, los de Aruba y a mí que éramos los mayores del encuentro. Así que los reté. ¿Ustedes no han visto viejos jugando ping pong? Pues ya lo verán.

Enseguida me acorde de la película "What blip*%&$ do we know" y me conecté con la infancia, cuando mi papá era campeón de ping pong y nos enseñó a jugar a todos. Recordaba todas las escenas en mi casa de la Av. Urdaneta, donde jugaban los campeones que eran el Dr. Wadskier, Jaime Díaz, mi papá y también Nelia, que decía que adelgazaba de tanto recoger la pelota.

Así que agarré mi raqueta con una técnica asombrosa, (yo era la primera sorprendida) invité a uno de los arubeños y jugamos hasta que nos cansamos y los jóvenes primero en burla y luego en asombro nos coreaban y prometían sacarnos en hombros. Bueno tampoco era que jugué muy bien, lo importante fue que me atreví a hacerlo con tanto público.

Muchas personas hacen promesas de Año Nuevo, yo decidí hacer promesas de Semana Santa:

1º No apartarme de la música. Tocar piano cada vez que se me antoje aunque tenga otras cosas importantes que hacer. No perderme festivales aunque tenga que costearme los gastos. Terminar los libros de música que tengo por publicar.

2º Practicar deporte. Formar parte del equipo de Chilila y asistir a las prácticas para defender los colores de la familia Castillo junto con mis hermanos y sobrinos deportistas.

3º No lamentarme por las cosas perdidas o las que no tengo. Después de todo como dice Marianela, ambas somos unas mujeres muy afortunadas, porque no solamente hacemos lo que queremos sino que en ese campo la gente nos quiere y nos aprueba. ¿Por qué llorar por el pedazo de torta que nos falta si tenemos una gran cantidad para disfrutar?

Bueno los demás cuentos se los echaré después ya que tengo que hacer un informe técnico para la Universidad y otro para mis anfitriones de Pamplona. Yo sé que se preguntarán cómo fue que me invitaron y llegué a pasar una extraodinaria Semana Santa ... Guardo el secreto..... aunque tiene que ver con aquello de estar en una lista como dice mi amigo Eugenio Montejo.

Cariños, besos y abrazos
AleciaAC