sábado, julio 07, 2007

Perrita consentida

Phoebe, esa perrita labradora trucha, es la reina de la casa. Gaby se la encontró en la calle cuando tenía menos de un mes de nacida. La tenía un tipo en la calle dándole cerveza y cuando ella le armó un rollo porque la iba a matar, el tipo se la vendió por 20$.

Ella es súper malcriada. Le ladra a cuanto bicho viviente osa atravesar su territorio compuesto por la casa y el vecindario completo, y no podemos pasarle por un lado sin hacerle cariño en la barriga así sea con los pies porque simplemente nos atrapa con sus patas y nos bloquea el paso hasta que cumplamos el ritual.

Todas las noches se mete en mi cuarto a dormir un rato antes de irse a su trono y en la mañana se aparece a despertarme para que la lleve abajo y le abra la puerta del jardín para ladrarle a Coco, el perrito vecino. Se ofende si le cierro la puerta y cada vez que nos sentamos a comer, ella come también.

A pesar de que es un fastidio calarse los ladridos cada vez que llega alguien a la casa o pasa algún animal cerca de ella, yo no la llevo a entrenamiento ni clases de socialización, ni nada de eso. Al contrario, la llamamos la guardiana o la "wachimana" y la consiento cada vez más. ¿Por qué? Porque si yo dejara que ella se acostumbrara a convivir con otros perros y le quitara su título de reina absoluta del hogar, esta casa estuviera llena de chuchos. Pues si, Pocho y Gaby se la pasan leyendo las páginas de los periódicos donde aparecen las fotos de canes sin amo que ofrecen en adopción. De esos que están en los refugios por un tiempo determinado, pero si nadie los adopta, los sacrifican. Le hacen seguimiento a los casos y hasta llaman a ver si tienen ya aplicaciones de adopción. No critico la sensibilidad que tienen, para nada. Me encanta saber que se preocupan, pero caramba, yo no puedo criar a cuanto animal dejan botado por ahí. No vivimos en una granja. Capítulo aparte merece el tema de los niños huérfanos, como si fueramos la famila Pitt Jolie.

Yo me solidarizo con el sentimiento, pero tengo que poner límites y nada me ha resultado mejor que recordarles que la pobre Phoebe sufriría muchísimo y le haría la vida misarable al nuevo residente.

Por eso, hasta me hago la loca cuando me entero de que aprovecharon mi ausencia para dejarla entrar al único territorio que le tengo terminante prohibido: mi cama. Y todavía tiene el tupé de dejar evidencias.

2 Comments:

At 1:50 p. m., Blogger Nostalgia said...

Qué hermosa!!!!
nadie creería que era una cachorrita homeless :0
(hermoso gesto el de Gaby)
un beso ♥

 
At 6:25 p. m., Anonymous Anónimo said...

Siempre he pensado que esa clase de animales, los que uno rescata de la calle, son mucho más queridos que aquellos de pedigrí que uno compra por fortunas. Y hasta pienso -un poco ingenuo lo mío- que la relación del animal con nosotros es mucho más íntima.

 

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