lunes, mayo 15, 2006

Otro articulo de Play

Este es otro de los artículos que escribí para la revista Play en su número dedicado al pasado.

_____________________________________________________________________________________________________________
Sobre la Teoría de la Relatividad y la Vida Misma
María Alecia Izturriaga

Cada cierto tiempo a uno le da por ponerse a recordar el pasado: cuando era chama, cuando estaba en bachillerato, cuando estaba en la universidad, cuando era soltera, y si además es un recuerdo colectivo compartido con los amigos, lo más probable es que uno termine con risas, suspiros y alguna frase como: “Ay, cuando éramos felices y no lo sabíamos”. Este ejercicio cíclico tiene una importante función catártica, pero también puede llevarnos a una especie de depre post recuento que se puede convertir en crónica si lo ejercitamos muy seguido.

Yo podría apostar que si hacemos una encuesta, gana el pasado, de calle, porque la naturaleza es sabia y nos ayuda a borrar de la memoria pequeños detalles que estorban. Recordamos, por ejemplo, lo bueno que estaba fulano, el que nos levantamos en la fiesta aquella y con quien íbamos a pasear en lancha por Chichiriviche, pero no recordamos el despecho y las ganas de hundirlo en el mar cuando lo descubrimos con otra y ni siquiera se molestó en inventar un cuento. Por eso, aunque nos juramos que nunca más, repetimos los errores. También hay que ver que nunca es demasiado tiempo y la vida es corta.

A mi me encanta mi adolescencia, lo fácil que era la vida, la cantidad de fiestas, las escapadas de Valencia a Caracas para ir a un concierto, cómo siempre encontrábamos la forma de entrar a El Poliedro sin tener que pagar… Pero ahora que recuerdo, yo en esa época coleccionaba complejos y siempre me sentía rodeada de chicas más bellas, más desenvueltas. Además a mi brújula no le funcionaba el imán porque siempre me levantaba al amigo del que me gustaba. Prefiero mil veces la seguridad de ahora. Lo rico que me siento con mi cuerpo y con mi misma, a pesar de las manías que ido adquiriendo con el tiempo.

Cómo añoro los años de la universidad, pero cada vez que me acuerdo lo que eran las horas frente a la máquina de escribir, tratando de corregir errores, cuadrar los márgenes y repitiendo la página mil veces hasta que quedaba presentable; no regreso a esa época ni que me regalen el pasaje en la máquina del tiempo. Prefiero mil veces mi laptop con wireless port.

Que deliciosos los días en los que podíamos pasar una semana completa con el mismo billete en el bolsillo, comíamos cualquier vaina que nos brindaran y bebíamos guarapita a la orilla de la playa; cuando amanecíamos medio destartaladas pero listas para ir de nuevo a clases. Sin embargo, también es muy rica la semana que puedo gastar sin pararle mucho a cuanto, ir a un buen restaurante o cocinar alguna exquisitez con mis amigos, tomarme un buen vino y amanecer en mi cuarto con aire acondicionado, en mi cama rica y sin ratón.

Sin lugar a dudas yo brindaría por aquella época en la que la ignorancia era nuestra mejor aliada: vivíamos sin miedo al futuro; la participación política eran caravanas entre adecos y copeyanos diciéndose cosas de un carro a otro, como si fuera un juego Caracas-Magallanes; coreábamos a Silvio Rodríguez con voz desgarrada sin que nos vieran como traidores; escuchábamos John Lennon y sentíamos que el mundo estaba cambiando; nos solidarizábamos con los más vulnerables cuando se organizaban conciertos multitudinarios donde se recogían fondos para ayudar a la gente de Etiopía; viajábamos sin control de cambio y en las aduanas no nos veían sospechoso, como un desertor en potencia.

Pero definitivamente, hoy brindo por lo que somos y por lo que viene porque si hay algo que está comprobado es que todo es relativo. Lo que sube, baja y el tiempo y el espacio sólo existen en relación con otros puntos de comparación. Así que el pasado seguirá siendo rico para recordar, mientras tengamos presente y futuro para crearlo.